Las ilustraciones infantiles son un elemento clave en el desarrollo emocional e imaginativo de los niños. Los personajes de ficción de la infancia –de literatura, televisión o cine– moldean la personalidad del niño y le ayudan a comprender el mundo
El dibujo me ha acompañado toda la vida. Me estoy viendo ahora, muy pequeña, garabateando absorta sobre cualquier pieza de papel –me valía cualquier trocito en blanco– con la cabeza apoyada en el brazo, “¡Niña, que te vas a quedar ciega!” Las horas pasaban así como en una película.
Mi imaginación infantil recreaba escenas donde ricos obesos salían de lujosas fiestas y eran abordados en la calle por flacos mendigos, mientras opulentas señoronas enjoyadas devoraban pasteles escandalizadas porque yo les colocaba, a modo de venganza, a sus gemelas anoréxicas reflejadas en un espejo mágico. Me gustaba enredar exuberantes orlas vegetales entre animales imposibles y disfrutaba, sobre todo, dibujando a chicas guapísimas a la moda y super heroínas de cómic, en feliz mezcla con niñas dulces que leían en sus habitaciones de ensueño.
Pero hay otros dibujos que me han acompañado siempre y que, seguro, me han inspirado y me han hecho ser la que soy ahora, y que he podido recordar precisamente durante estos días de cuarentena con mis hijos, en la casa familiar de mis padres en el campo. La sucesión de largas jornadas domésticas ha servido para hacer bizcochos, ver películas juntos y charlar, pero también para desempolvar aquellos juguetes vintage y cuentos infantiles antiguos que esperaban dormidos en el trastero.
He elaborado, con un pellizco de nostalgia, una particular lista de recuerdos asociados a las ilustraciones infantiles de mi niñez. Seguro que aquellos de vosotros que nacisteis a finales de los sesenta o principios de los setenta la leeréis con cariño.
Recuerdos de mi infancia ligados a ilustraciones
- Me acuerdo del cuidado con que nos dejaban a mi hermana y a mí hojear las páginas de seda de los Cuentos de Andersen, de la Editorial Aguilar, para disfrutar de sus elaborados dibujos a plumilla. ¡Qué bella literatura para niños!
- Por la noche leíamos las andanzas de Winnie the Pooh y sus compañeros del bosque –británicamente ilustrados por E.H. Shepard– y sufríamos por la glotonería que impedía al oso salir de la colmena de miel.
- ¡Qué apetecible se me hizo la lectura del libro Senda de primero de EGB, gracias a las preciosas acuarelas infantiles de Ulises Wensell! Del Senda de tercero me impactaron las modernas ilustraciones de José Ramón Sánchez, Premio Nacional de Ilustración en 2014.
- El bucólico mundo animal de Beatrix Potter sirvió para descubrirme la belleza de la campiña inglesa y el primor de las casas de muñecas victorianas.
- Entonces los mejores regalos para niños eran, sin duda, los gruesos libros de la colección “Películas” de Disney. Los codiciábamos y los devorábamos. Cuando mis hijos eran más pequeños, yo también se los leía cada noche reviviendo con ellos las historietas mil veces leídas.
- A las niñas nos encantaba copiar a lápiz las bonitas princesas, duendes y pastorcillas de la ilustradora española María Pascual.
- Gracias a mis primos descubrí el inquietante libro infantil “Donde viven los monstruos” cuyo autor e ilustrador fue el estadounidense Maurice Sendak.
- Para forrar nuestras carpetas escolares recortábamos con furor las románticas ilustraciones americanas de Holly Hobbie creadas por Sarah Kay. Y en clase lucíamos con orgullo el estuche o la bolsa estampados con sus muñequitas floreadas. Pero también nos volvíamos locas con todo lo que tuviera que ver con las ilustraciones infantiles del perrito Snoopy y más tarde lo haríamos con Hello Kitty!
- Pasado algo de tiempo dos libros de la editorial Alfaguara me atraparían, tanto por su historia como por sus bonitas ilustraciones: Cuando Hitler robó el conejo rosa, primorosamente escrito e ilustrado por Judith Kerr, y La cuerda floja, con los ingenuos dibujos de Arcadio Lobato.
- Algo más mayorcitas, las chicas nos identificábamos con la desventurada adolescente protagonista de “Esther y su mundo”, de Purita Campos. Y con las revistas femeninas de Bruguera, “Gina” o “Lily”, que comprábamos en el quiosco de la esquina por cinco pesetas.
- El flequillo rebelde de Tintín, del minucioso ilustrador belga Hergé, nos haría volar a la Luna, viajar al Tíbet y al Congo y soñar hasta bien entrada la juventud.
- Las ocurrentes viñetas de Mafalda, de la mano del gran Quino, nos abrirían los ojos a un estilo más maduro de cómic.
Estas pinceladas de literatura infantil han hecho aflorar otras imágenes en mi cabeza. ¿Recordáis cómo, con la ilusión propia del mes de diciembre, escribíamos a la familia dulces felicitaciones navideñas de Antonio Ferrándiz? Quizá las más veteranas hayan practicado en el patio del colegio un simple juego infantil de cromos troquelados en el que ganaba la que más “miniaturas” se llevaba pegadas a la palma de la mano. ¿Os acordáis de las colecciones de cromos de Heidi y Marco? ¿Y de los bonitos álbumes de cromos Maga de los años 70?
Pues bien, este variado universo de ilustraciones vintage ha dado alas a mi imaginación y es algo que forma parte de mí, como las canciones infantiles del colegio, los dibujos animados de Heidi, Marco, Mazinger Z, Érase una vez y la abeja Maya o las películas clásicas de Walt Disney en el cine. Seguro que hay lagunas en mi lista ¿me ayudáis a completarla con vuestros recuerdos infantiles?
Dotar a nuestros niños de un gran imaginario de fantasía es una riqueza que les va a acompañar siempre, formándoles como personas, dando felicidad a sus vidas y ayudándoles a entender mejor el mundo que les rodea.
Ojalá las ilustraciones de Adealicia aporten su granito de arena en esta bonita tarea.